Por:
Fidel Castro Ruz
Discurso pronunciado
por el Comandante Fidel Castro Ruz, en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba,
el 1ro. de enero de 1959.
Santiagueros, compatriotas
de toda Cuba:
Al fin hemos llegado
a Santiago (Aplausos). Duro y largo ha sido el camino, pero hemos
llegado (Aplausos).
Se decía que hoy a
las 2:00 de la tarde se nos esperaba en la capital de la República, el
primer extrañado fui yo (Aplausos), porque yo fui uno de los primeros
sorprendidos con ese golpe traidor y amañado de esta mañana en la capital
de la República (Aplausos).
Además, yo iba a
estar en la capital de la República, o sea, en la nueva capital de la
República (Aplausos), porque Santiago de Cuba será, de acuerdo con el
deseo del presidente provisional, de acuerdo con el deseo del Ejército Rebelde
y de acuerdo con el deseo del pueblo de Santiago de Cuba, que bien se lo
merece, la capital (Aplausos). ¡Santiago de Cuba será la capital
provisional de la República! (Aplausos).
Tal vez la medida
sorprenda a algunos, es una medida nueva, pero por eso ha de caracterizarse,
precisamente, la Revolución, por hacer cosas que no se han hecho nunca
(Aplausos). Cuando hacemos a Santiago de Cuba capital provisional de la
República sabemos por qué lo hacemos. No se trata de halagar
demagógicamente a una localidad determinada, se trata, sencillamente, de que
Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución (Aplausos).
La
Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea
fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre
todo, en esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el Gobierno
de la República que en esta fortaleza de la
Revolución (Gritos y aplausos); para que se sepa que este va a ser un
gobierno sólidamente respaldado por el pueblo en la ciudad heroica y en las
estribaciones de la Sierra Maestra, porque Santiago está en la Sierra
Maestra(Gritos y aplausos). En Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra tendrá la
Revolución sus dos mejores fortalezas (Aplausos).
Pero hay, además,
otras razones: el movimiento militar revolucionario, el verdadero movimiento
militar revolucionario, no se hizo en Columbia. En Columbia
prepararon un “golpecito” de espaldas al pueblo, de espaldas a la
Revolución y, sobre todo, de acuerdo con Batista (Aplausos).
Puesto que la verdad
hay que decirla y puesto que venimos aquí a orientar al pueblo, les digo y les
aseguro que el golpe de Columbia fue un intento de escamotearle al pueblo el
poder y escamotearle el triunfo a la Revolución. Y, además, para
dejar escapar a Batista, para dejar escapar a los Tabernillas, para dejar
escapar a los Pilar García y a los Chavianos, para dejar escapar a los
Salas Cañizares y a los Ventura (Aplausos).
El golpe de Columbia
fue un golpe ambicioso y traidor que no merece otro calificativo, y nosotros
sabemos llamar las cosas por su nombre y atenernos, además, a la
responsabilidad (Aplausos).
No voy a andar con
paños calientes para decirles que el general Cantillo nos traicionó y no es que
lo voy a decir, sino que lo voy a probar. Pero, desde luego, lo
habíamos dicho siempre: no vayan a tratar a última hora a venir a
resolver esto con un “golpecito militar”, porque si hay golpe militar de espaldas
al pueblo, la Revolución seguirá adelante, que esta vez no se
frustrará la Revolución.
Esta vez, por fortuna
para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder. No
será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto
(Aplausos). Intervinieron a última hora y después ni siquiera
dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años, no quisieron
que entrara en Santiago de Cuba (Aplausos). No será como en el 33
que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino
el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró
una dictadura por once años. No será como en el 44, año en que las
multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al
poder, y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones,
ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la
Revolución.
Pero, no querían que
fuese así. En los instantes mismos en que la dictadura se desplomaba
como consecuencia de las victorias militares de la Revolución, cuando ya
no podían resistir ni siquiera 15 días más, viene el señor Cantillo y se
convierte en paladín de la libertad. Naturalmente, que nosotros
nunca hemos estado en una actitud de rechazar cualquier colaboración que
implicase un ahorro de sangre, siempre que los fines de la
Revolución no se pusiesen en peligro. Naturalmente, que nosotros
siempre hemos estado llamando a los militares para buscar la paz, pero la paz
con libertad y la paz con el triunfo de la Revolución, era la única manera
de obtener la paz.
Por eso, cuando el 24
de diciembre se nos comunicó el deseo del general Cantillo de tener una
entrevista con nosotros, aceptamos la entrevista. Yo les confieso a
ustedes que, dado el curso de los acontecimientos, la marcha formidable de
nuestras operaciones militares, yo tenía muy pocos deseos de ponerme a hablar
de movimientos militares; pero yo entendí que era un deber, que nosotros los
hombres que tenemos una responsabilidad no nos podemos dejar llevar por las
pasiones. Y pensé que si el triunfo se podía lograr con el menor
derramamiento de sangre posible, mi deber era atender las proposiciones que me
hiciesen los militares (Aplausos).
Fui a ver al señor
Cantillo que vino a hablarme en nombre del Ejército. Se reunió conmigo
el día 28 en el central Oriente, adonde llegó en un helicóptero, a las 8:00 de
la mañana. Allí conversó con nosotros durante cuatro horas, y yo sí
que no voy a hacer una historia inventada ni cosa que se parezca, porque tengo
testigos excepcionales de la entrevista. Allí estaba el
Dr. Raúl Chibás, allí estaba un sacerdote católico, allí estaban
varios militares cuyos testimonios no pueden ser puestos en duda por ningún
concepto.
Allí, después de
analizar todos los problemas de Cuba, después de puntualizar todos los
detalles, acordó, el general Cantillo, realizar de acuerdo con nosotros un
movimiento militar revolucionario. Lo primero que le dije fue esto,
después de analizar bien la situación: la situación del Ejército, la
situación a que lo había llevado la dictadura; después de aclararle que a él no
le tenía que importar Batista ni los Tabernillas ni toda aquella gente, no le
tenía que importar nada, porque aquella gente había sido muy desconsiderada con
los militares cubanos; que aquella gente había llevado a los militares a una
guerra contra el pueblo, que es una guerra que se pierde siempre, porque contra
el pueblo no se puede ganar una guerra (Aplausos).
Después de decirle
que los militares eran víctimas de las inmoralidades del régimen, que los
presupuestos para comprar armamentos se los robaban, que a los soldados los
engañaban constantemente, que aquella gente no merecía la menor consideración
de los militares honorables, que el Ejército no tenía por qué cargar con la
culpa de los crímenes que cometía la pandilla de los esbirros de confianza de
Batista; le advertí, le advertí bien claramente, que yo no autorizaría jamás,
por mi parte, ningún tipo de movimiento que permitiese la fuga de
Batista. Le advertí que si Batista quería fugarse, que se fugara
enseguida y con él Tabernilla y todos los demás, pero que mientras que nosotros
pudiéramos evitarlo, teníamos que impedir la fuga de Batista (Aplausos).
Todo el mundo sabe
que nuestro primer planteamiento en caso de un golpe militar para llegar a un
acuerdo con nosotros era la entrega de los criminales de guerra, y esa era una
condición esencial.
Y se podía haber
capturado a Batista y a todos sus cómplices. Y yo se lo dije bien
claro que no estaba de acuerdo con que Batista se fuera. Le expliqué
bien qué tipo de movimiento había que hacer; que yo no respaldaría, ni el
Movimiento 26 de Julio ni el pueblo, respaldarían un golpe de Estado, porque la
cuestión es que el pueblo es el que ha conquistado su libertad y nadie más que
el pueblo (Aplausos).
La libertad nos la
quitaron mediante un golpe de Estado, pero para que se acabaran de una vez y
para siempre los golpes de Estado, había que conquistar la libertad a fuerza de
sacrificio de pueblo, porque no hacíamos nada con que dieran un golpe mañana y
otro pasado y otro dentro de dos años y otro dentro de tres años; porque aquí
quien tiene que decidir, definitivamente, quién debe gobernar es el pueblo y
nadie más que el pueblo (Aplausos).
Y los militares deben
estar incondicionalmente a las órdenes del pueblo y a la disposición del pueblo
y a la disposición de la Constitución, y de la ley de la República.
Si hay un gobierno
malo que roba y que hace más de cuatro cosas mal hechas pues, sencillamente, se
espera un poco y cuando llegan las elecciones se cambia el mal gobierno; porque
para eso los gobiernos en los regímenes constitucionales democráticos tienen un
período de tiempo limitado. Porque si son malos, el pueblo los
cambia y vota por otros mejores.
La función del
militar no es elegir gobernantes, sino garantizar la ley, garantizar los
derechos del ciudadano (Aplausos). Por eso le advertí que golpe de
Estado ¡no!, movimiento militar revolucionario, ¡sí!, y no en Columbia sino en
Santiago de Cuba (Aplausos).
Le dije bien claro,
que la única forma de lograr la vinculación y la confraternización del pueblo
y de los militares y de los revolucionarios, no era dando un “madrugonazo” en
Columbia, a las dos o las tres de la mañana, sin que nadie se enterara como
acostumbran a hacer estos señores, sino sublevando la guarnición de Santiago de
Cuba, que era lo suficientemente fuerte y estaba lo suficientemente bien armada
para iniciar el movimiento militar y sumar al pueblo, y sumar a los
revolucionarios a ese movimiento; que en las circunstancias en que estaba la
dictadura era irresistible, porque de seguro que se sumarían de inmediato todas
las guarniciones del país, y eso fue lo que se acordó.
Y no solo se acordó
eso, sino que yo le hice prometer, porque él pensaba ir a La
Habana al día siguiente, y nosotros no estábamos de acuerdo, porque yo le
decía: “Es un riesgo que usted vaya a La Habana”. Él
decía: “No, no es ningún riesgo”. “Usted corre mucho peligro de que
lo detengan porque esa conspiración… aquí todo se sabe”. “No, yo
estoy seguro que no me detienen”. Y claro, cómo lo iban a detener si
era un golpe de Batista y de Tabernilla. Yo dije, bueno, o este
hombre lo tiene todo resuelto allí, lo controla todo, o este golpe es un poco
sospechoso. Y entonces le dije: “Usted me promete que
usted no se va a dejar persuadir en La Habana por una serie de
intereses que están detrás de usted, para dar un golpe en la
capital. Usted me promete que no”. Y me
dice: “Le prometo que no”. “Usted me jura que no”. Y
me dijo: “Le juro que no”.
Yo considero que lo primero
que debe tener un militar es honor, que lo primero que debe tener un militar es
palabra; y este señor ha demostrado no solo falta de honor y falta de palabra,
sino falta, además, de cerebro. Porque un movimiento que pudo
haberse hecho desde el primer momento con todo el respaldo del pueblo y con el
triunfo asegurado de antemano, lo que hizo fue dar un salto mortal en el
vacío. Creyó que iba a ser demasiado fácil engañar al pueblo y
engañar ala Revolución.
Sabía algunas cosas,
sabía que en cuanto dijeran que Batista había agarrado el avión, el pueblo se
iba a tirar a la calle loco de contento. Y pensaron que el pueblo no
estaba lo suficientemente maduro para distinguir entre la fuga de Batista y la
Revolución. Porque si Batista se va y se apoderan allá de los mandos
los amigos de Cantillo, muy bien pudiera ser que el doctor Urrutia tuviera que
irse dentro de tres meses también; porque, lo mismo que nos traicionaban ahora,
nos traicionaban luego. Y la gran verdad es que el señor Cantillo
nos traicionó a nosotros antes de dar el golpe. Dije que lo
demostraba, y lo voy a demostrar.
Se acordó con el
general Cantillo que el levantamiento se produciría el día 31 a las
3:00 de la tarde. Se aclaró que el apoyo de las fuerzas armadas al
movimiento revolucionario sería incondicional, el presidente que designasen los
dirigentes revolucionarios y los cargos que a los militares les asignasen los
dirigentes revolucionarios. Era un apoyo incondicional el ofrecido.
Se acordó el plan en
todos sus detalles: el día 31, a las 3:00 de la tarde, se sublevaría
la guarnición de Santiago de Cuba. Inmediatamente varias columnas
rebeldes penetrarían en la ciudad, y el pueblo, con los militares y con los
rebeldes, confraternizaría inmediatamente, lanzándose al país una proclama
revolucionaria e invitando a todos los militares honorables a unirse al
movimiento.
Se acordó que los
tanques que hay en la ciudad serían puestos a disposición de nosotros, y yo me
ofrecí, personalmente, para avanzar hacia la capital con una columna blindada,
precedida por los tanques. Los tanques me serían entregados a las
3:00 de la tarde, no porque se pensase que había que combatir, sino para prever
en caso de que en La Habana el movimiento fracasase y hubiese necesidad de
situar nuestra vanguardia lo más cerca posible de la capital. Y,
además, para prever que no se fueran a realizar excesos en la ciudad de La
Habana.
Era lógico que con el
odio despertado allí contra la fuerza pública por los inenarrables horrores de
Ventura y de Pilar García, la caída de Batista iba a producir una desorbitación
en la ciudadanía. Y que, además, aquellos policías se iban a sentir
sin fuerza moral para contener al pueblo, como efectivamente ocurrió.
Una serie de excesos
han tenido lugar en la capital: saqueos, tiroteos, incendios. Toda
la responsabilidad cae sobre el general Cantillo por haber traicionado la
palabra empeñada y por no haber realizado el plan que se
acordó. Creyó que nombrando capitanes y comandantes de la policía
—muchos de los cuales cuando los habían nombrado ya se habían ido, prueba de
que no tenían la conciencia muy tranquila— iba a resolver la cuestión.
Qué distinto, sin
embargo, fue en Santiago de Cuba. ¡Qué orden y qué
civismo! ¡Qué disciplina demostrada por el pueblo! Ni un
solo caso de saqueo, ni un solo caso de venganza personal, ni un solo hombre
arrastrado por las calles, ni un incendio. Ha sido admirable y
ejemplar el comportamiento de Santiago de Cuba, a pesar de dos
cosas: a pesar de que esta había sido la ciudad más sufrida y
que más había padecido el terror, por lo tanto, la que más derecho tenía a
estar indignada (Aplausos); y a pesar, además, de nuestras declaraciones de
esta mañana diciendo que no estábamos de acuerdo con el golpe.
Santiago de Cuba se
comportó ejemplarmente bien, y creo que será este caso de Santiago de Cuba un
motivo de orgullo para el pueblo, para los revolucionarios y para los militares
de la Plaza de Santiago de Cuba (Aplausos).
Ya no podrán decir
que la Revolución es la anarquía y el desorden. Ocurrió
en La Habana por una traición, pero no ocurrió así en Santiago de
Cuba, que podemos poner como modelo cuantas veces se trate de acusar a la
Revolución de anárquica y desorganizada (Aplausos).
Es conveniente que el
pueblo conozca las comunicaciones que intercambiamos el general Cantillo y
yo. Si el pueblo no está cansado (Gritos y exclamaciones
de: “¡No!”) le puedo leer las mismas.
Después de los
acuerdos tomados, cuando nosotros ya habíamos suspendido las operaciones sobre
Santiago de Cuba, porque el día 28 ya nuestras tropas estaban muy próximas a la
ciudad, y se habían realizado todos los preparativos para el ataque a la
Plaza, de acuerdo con la entrevista sostenida, hubimos de realizar una serie de
cambios, abandonar las operaciones sobre Santiago de Cuba y encaminar nuestras
tropas hacia otros sitios, donde se suponía que el movimiento no estaba
asegurado desde el primer instante. Cuando todos nuestros
movimientos estaban hechos, la columna preparada para marchar sobre la capital,
recibo, unas pocas horas antes, esta nota del general Cantillo que dice
textualmente:
“Han variado mucho
las circunstancias en sentido favorable a una solución nacional” —en el sentido
que él quiere para Cuba. Era extraño, porque después de analizar los
factores que se contaban, no podía ser más favorable la
circunstancia. Estaba asegurado el triunfo, y esto era una cosa
extraña que viniera a decir: “Han variado muy favorablemente las
circunstancias”. Las circunstancias de que Batista y Tabernilla
estaban de acuerdo, asegurado el golpe. “[…] Que recomiendo no hacer
nada en estos momentos y esperar los acontecimientos en las próximas semanas,
antes del día 6”.
Desde luego, la
tregua prolongada indefinidamente, mientras ellos hacían todos los amarres
en La Habana.
Mi respuesta inmediata
fue esta:
El contenido de la
nota se aparta por completo de los acuerdos tomados, es ambiguo e
incomprensible. Y me ha hecho perder la confianza en la seriedad de
los acuerdos. Quedan rotas las hostilidades a partir de mañana a las
3:00 p.m., que fue la fecha y hora acordadas para el movimiento.
(Aplausos)
Ocurrió entonces una
cosa muy curiosa. Además de la nota, que era muy breve, yo le mando
a decir al jefe de la Plaza de Santiago de Cuba con el portador de la
misma, que si las hostilidades se rompían porque los acuerdos no se cumplían y
nos veíamos obligados a atacar la Plaza de Santiago de Cuba, entonces
no habría otra solución que la rendición de la Plaza; que exigiríamos la
rendición de la Plaza si las hostilidades se rompían y el ataque se
iniciaba por nuestra parte. Pero ocurrió que el portador de la nota
no interpreta correctamente mis palabras y le dice al
coronel Rego Rubido que yo decía que exigía la rendición
de la Plaza como condición para cualquier acuerdo. Él no
dijo lo que yo le había afirmado: “Que si se iniciaba el ataque”,
pero no que yo le había puesto al general Cantillo como condición que se
rindiera la Plaza.
En consecuencia del
mensaje, el coronel jefe de la Plaza de Santiago de Cuba me envía una
carta muy conceptuosa y muy pundonorosa que voy a leer
también. Naturalmente que se sentía ofendido con aquel planteamiento
que le habían hecho erróneamente, y dice:
La solución
encontrada no es golpe de Estado ni Junta Militar, y, sin embargo, creemos que
es la que mejor conviene al doctor Fidel Castro, de acuerdo con sus ideas, y
pondría en 48 horas el destino del país en sus manos. No es solución
local, sino nacional; y cualquier indiscreción adelantada podría comprometerla
o destruirla creando el caos. Queremos que se tenga confianza en
nuestra gestión y se tendrá la solución antes del día 6.
En cuanto a Santiago,
debido a la nota y a las palabras del mensajero, hay que cambiar el plan y no
entrar. Dichas palabras han causado malestar entre el personal
“llave” y nunca se entregarían las armas sin pelear. Las armas no se
rinden a un aliado y no se entregan sin honor.
Frase muy hermosa del
jefe de la Plaza de Santiago de Cuba.
Si no se tiene
confianza en nosotros o si se ataca Santiago, se considerarán rotos los acuerdos
y se paralizarán las gestiones para la solución ofrecida, desligándonos
formalmente de todo compromiso. Esperamos, debido al tiempo
necesario para actuar en una u otra forma, que la respuesta llegue a tiempo
para ser enviada a La Habana en el viscount de la
tarde.
Mi respuesta a esta
nota del coronel José Rego Rubido fue la siguiente:
Territorio Libre de
Cuba, diciembre 31 de 1958.
Señor coronel.
Un lamentable error
se ha producido en la trasmisión a usted de mis palabras. Tal vez se
debió a la premura con que respondí a su nota y a lo apurado de la conversación
que sostuve con el portador. Yo no le dije que la condición
planteada por nosotros en los acuerdos que se tomaron era la rendición
de la Plaza de Santiago de Cuba a nuestras
fuerzas. Hubiese sido una descortesía con nuestro visitante, y una
proposición indigna y ofensiva para los militares que tan fraternalmente se han
acercado a nosotros.
La cuestión es otra:
se había llegado a un acuerdo y se adoptó un plan entre el líder del movimiento
militar y nosotros. Debía comenzar a realizarse el día 31
a las 3:00 p.m. Hasta los detalles se acordaron después de
analizar cuidadosamente los problemas que debían afrontarse. Se iniciaría con
el levantamiento de la guarnición de Santiago de Cuba, persuadí al general
C. [Cantillo] de las ventajas de comenzar por Oriente y no en
Columbia, por recelar el pueblo grandemente de cualquier golpe en los cuarteles
de la capital de la República, y lo difícil que iba a ser, en ese caso,
vincular la ciudadanía al movimiento. Él coincidía plenamente con
mis puntos de vista; se preocupaba solo por el orden en la capital y acordamos
medidas para conjurar el peligro.
La medida era,
precisamente, el avance de la columna nuestra sobre Santiago de Cuba.
Se trataba de una
acción unida de los militares, el pueblo y nosotros; un tipo de movimiento
revolucionario que desde el primer instante contaría con la confianza de la
nación entera. De inmediato, y de acuerdo con lo que se convino,
suspendimos las operaciones que se estaban llevando a cabo, y nos dimos a la
tarea de realizar nuevos movimientos de fuerzas hacia otros puntos como
Holguín, donde la presencia de conocidos esbirros hacía casi segura la
resistencia al movimiento militar revolucionario.
Cuando ya todos los
preparativos estaban listos por nuestra parte, recibo la nota de ayer, donde se
me daba a entender que no se llevaría [a cabo] la acción
acordada. Al parecer había otros planes, pero no se me informaba
cuáles ni por qué. De hecho ya no era cosa nuestra la cuestión. Teníamos
simplemente que esperar. Unilateralmente se cambiaba
todo. Se ponía en riesgo a las fuerzas nuestras que, de acuerdo con
lo que se contaba, habían sido enviadas a operaciones difíciles;
quedábamos sujetos, además, a todos los imponderables. Cualquier
riesgo del general C., en sus frecuentes viajes a La Habana, se convertiría
militarmente para nosotros en un desastre. Reconozca usted que todo
está muy confuso en este instante, y que Batista es un individuo hábil y
taimado, que sabe maniobrar. ¿Cómo puede pedírsenos que renunciemos
a todas las ventajas obtenidas en las operaciones de las últimas semanas, para
ponernos a esperar pacientemente a que los hechos se produzcan?
Bien aclaré que no
podía ser una acción de los militares solos; para eso, realmente, no había que
esperar los horrores de dos años de guerra. Cruzarnos de brazos en los
momentos decisivos es lo único que no se nos puede pedir a los hombres que no
hemos descansado en la lucha contra la opresión desde hace siete años.
Aunque ustedes tengan
la intención de entregar el poder a los revolucionarios, no es el poder en sí
lo que a nosotros nos interesa, sino que la Revolución cumpla su
destino. Me preocupa, incluso, que los militares, por un exceso
injustificado de escrúpulos, faciliten la fuga de los grandes culpables, que
marcharán al extranjero con sus grandes fortunas, para hacer desde allí todo el
daño posible a nuestra patria.
Personalmente puedo
añadirle que el poder no me interesa, ni pienso ocuparlo. Velaré
solo porque no se frustre el sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere
mi destino posterior. Espero que estas honradas razones, que con
todo respeto a su dignidad de militares les expongo, las
comprendan. Tengan la seguridad de que no están tratando con un ambicioso
ni con un insolente […].
Párenme los
tanques allí, hagan el favor (Gritos y aplausos).
Cuando terminemos
nuestras declaraciones y la proclamación del presidente provisional, los
tanques le harán honor al poder civil de la República, pasando enfrente de
nuestros balcones (Aplausos).
Continúo leyendo la
carta del día 31 al señor coronel jefe de la Plaza de Santiago de
Cuba.
Personalmente puedo
añadirle que el poder no me interesa, ni pienso ocuparlo, velaré solo porque no
se frustre el sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere mi destino
posterior. Espero que estas honradas razones, que con todo respeto a
su dignidad de militares les expongo, las comprendan. Tengan la seguridad
de que no están tratando con un ambicioso ni con un insolente [repite el
párrafo anterior a la interrupción].
Siempre he actuado
con lealtad y franqueza en todas mis cosas. Nunca se podrá llamar
triunfo a lo que se obtenga con doblez y engaño. El lenguaje del
honor que ustedes entienden es el único que yo sé hablar.
Nunca se mencionó en
la reunión con el general C. la palabra rendición, lo que ayer dije y reitero
hoy es que a partir de las 3:00 de la tarde del día 31, fecha y hora acordadas,
no podíamos prorrogar la tregua con relación a Santiago de Cuba, porque eso
sería perjudicar extraordinariamente a nuestra causa. Nunca una
conspiración es segura. Anoche llegó aquí el rumor de que el general
C. había sido detenido en La Habana; que varios jóvenes habían aparecido
asesinados en el cementerio de Santiago de Cuba. Tuve la sensación
de que habíamos perdido el tiempo miserablemente, aunque afortunadamente hoy
parece comprobarse que el general C. se encuentra en su puesto, ¿qué necesidad
tenemos de correr esos riesgos?
Lo que dije al
mensajero en cuanto a rendición, que no fue trasmitido literalmente y pareció
motivar las palabras de su nota de hoy, fue lo siguiente: que si se
rompían las hostilidades por no cumplirse lo acordado, nos veríamos obligados a
atacar la Plaza de Santiago de Cuba, lo que es inevitable, dado
que en ese sentido hemos encaminado nuestros esfuerzos en los últimos meses, en
cuyo caso, una vez iniciada la operación, exigiríamos la rendición de las
fuerzas que la defienden. Esto no quiere decir que pensemos que se rindan sin
combatir, porque yo sé que, aun sin razón para combatir, los militares cubanos
defienden las posiciones con tozudez y nos han costado muchas
vidas. Quise decir solo que después que se haya derramado la sangre
de nuestros hombres por la conquista de un objetivo, no podía aceptarse otra
solución, ya que aunque nos cueste muy caro, dadas las condiciones actuales de
las fuerzas que defienden al régimen, las cuales no podrán prestar apoyo a esa
ciudad, esta caería inexorablemente en nuestras manos. Ese ha sido
el objetivo básico de todas nuestras operaciones en los últimos meses, y un
plan de esa envergadura no puede suspenderse por unas semanas sin graves
consecuencias, caso de que el movimiento militar se frustre, perdiéndose,
además, el momento oportuno, que es este, cuando la dictadura está sufriendo
grandes reveses en las provincias de Oriente y Las Villas.
Se nos pone en el
dilema de renunciar a las ventajas de nuestras victorias o atacar, un triunfo
seguro a cambio de un triunfo probable. ¿Cree usted que con la nota de ayer,
ambigua y lacónica, contentiva de una decisión unilateral, pueda yo incurrir en
la responsabilidad de mantener en suspenso los planes?
Como militar que es
reconozca que se nos pide un imposible. Ustedes no han dejado un
minuto de hacer trincheras; esas trincheras las pueden utilizar contra nosotros
un Pedraza, un Pilar García, o un Cañizares, si el general
C. es relevado del mando y con él sus hombres de
confianza. No se nos puede pedir que permanezcamos ociosos. Vea
usted que se nos coloca en una situación absurda. Aunque defiendan con valor
sus armas, no nos queda más remedio que atacar, porque nosotros también tenemos
obligaciones muy sagradas que cumplir.
Más que aliados,
deseo que los militares honorables y nosotros seamos compañeros de una sola
causa, que es la de Cuba […].
Deseo, por encima de
todo, que usted y sus compañeros no se hagan una idea errónea de mi actitud y
de mis sentimientos. He sido extenso para evitar que se confundan o
tergiversen los conceptos.
Respecto a la tácita
suspensión del fuego en la zona de Santiago de Cuba, para evitar toda duda,
ratifico que aunque en cualquier instante antes de que se inicien los combates
podemos reanudar las operaciones, a partir de hoy debe quedar advertido que el
ataque se va a producir de un momento a otro, y que por ninguna razón
volveremos a suspender los planes, ya que todo esto, como son cuestiones que se
tramitan en secreto, puede sembrar la confusión en el pueblo y perjudicar la
moral de nuestros combatientes.
Atentamente,
Libertad o muerte.
(Aplausos)
El
coronel Rego me respondió con una pundonorosa carta que es también
digna de aplausos, y que dice así:
Señor:
Recibí su atenta
carta fechada en el día de hoy [31 de diciembre de 1958] y créame que le
agradezco profundamente la aclaración relativa a la nota anterior, aunque debo
confesarle que siempre supuse que se trataba de una mala interpretación, pues a
través del tiempo he observado su línea de conducta y estoy convencido de que
es usted un hombre de principios.
Yo desconocía los
detalles del plan original, pues solamente fui informado de la parte a mí
concerniente, como también desconozco algunos pequeños detalles del plan
actual. Yo estimo que, en parte, usted tiene razón cuando hace el
análisis del plan original, pero creo que demoraría unos días más en llegar a
su consumación y nunca podría evitarse que muchos de los culpables —grandes,
medianos y chicos— se escaparan.
Soy de los que pienso
que es absolutamente necesario dar un ejemplo en Cuba para aquellos que,
aprovechando las posiciones del poder (Aplausos) cometen toda clase de hechos
punibles, pero, desgraciadamente, la historia está plagada de casos semejantes
y rara vez los culpables pueden ser puestos a disposición de las autoridades competentes,
porque rara vez las revoluciones se hacen como deben hacerse.
Y por eso se escapan
los grandes culpables como se han escapado, desgraciadamente, hoy.
Continúa la carta:
Comprendo
perfectamente sus preocupaciones en el presente caso. Yo, menos
responsabilizado con la historia, también las tengo.
En cuanto a la
actuación unilateral de que me habla, le reitero que no he participado en
ello. En ambos casos solo fui informado de la parte que me
concernía, estimando que lo ocurrido ha sido que el general C. Tornó la
idea de lo que usted deseaba de acuerdo con sus normas y principios, actuando
en consecuencia.
No tengo motivos para
suponer que persona alguna esté tratando de propiciar la fuga de culpables y,
personalmente, soy opuesto a tal cosa —decía el
coronel Rego Rubido (Aplausos)— pero caso de producirse, la
responsabilidad histórica por tales hechos recaería sobre quienes los hicieren
posible y nunca sobre los demás.
Creo, sinceramente,
que todo habrá de producirse en armonía con sus ideas y que el general está
procediendo, inspirado en los mejores deseos para bien de Cuba y de la
Revolución que usted acaudilla.
Supe de un joven
estudiante muerto que se encontraba en el cementerio, y hoy mismo
dispuse que se agotaran los medios investigativos, a fin de determinar
quién fue el autor y las circunstancias en que ocurriera el hecho, tal como lo
realicé en días pasados, hasta poner a disposición de la autoridad judicial
correspondiente a los presuntos responsables.
Finalmente, debo
informarle que cursé un despacho al general interesando un avión para hacerle
llegar su conceptuosa carta, y no se impaciente, que a lo mejor antes de la
fecha fijada como límite máximo está usted en La Habana.
Cuando el general se
marchó, le pedí que me dejara el helicóptero con el piloto por si a usted se le
ocurría pasear el domingo por la tarde sobre Santiago (Aplausos).
Bueno, doctor, reciba
usted el testimonio de mi mejor consideración y el ferviente deseo de un feliz
Año Nuevo.
Firmado: Coronel Rego Rubido
(Aplausos)
En este estado
estaban las conversaciones cuando, tanto el coronel Rego, jefe de la
Plaza de Santiago de Cuba, como yo, fuimos sorprendidos por el golpe de
Estado de Columbia que se apartaba por completo de lo acordado. Y lo
primero que se hizo, lo más criminal que se hizo, fue dejar escapar a Batista,
a Tabernilla y a los grandes culpables (Aplausos). Los dejaron
escapar con sus millones de pesos, los dejaron escapar con los 300 ó 400
millones de pesos que se han robado y ¡muy caro nos va a costar
eso! Porque ahora van a estar desde Santo Domingo y desde otros
países haciendo propaganda contra la Revolución, fraguando todo el daño
posible contra nuestra causa. Y durante muchos años los vamos a
tener ahí amenazando a nuestro pueblo, manteniéndolo en constante estado
de alerta, porque van a pagar y a fraguar conspiraciones contra
nosotros. Y todo por la debilidad, por la irresponsabilidad y
por la traición de los que promovieron el golpe contrarrevolucionario de la
madrugada de hoy.
¿Qué hicimos
nosotros? Tan pronto supimos del golpe, nos enteramos por Radio
Progreso; y a esa hora, adivinando yo lo que se estaba fraguando, ya estaba
haciendo unas declaraciones, cuando me entero de que Batista se había ido para
Santo Domingo. Yo pensé: ¿Será un rumor?, ¿será una
bola? Y mando a ratificar; cuando oigo la noticia de que,
efectivamente, el señor Batista y su camarilla se habían escapado y, lo
más bonito es que el general Cantillo decía que ese movimiento se había
producido gracias a los patrióticos propósitos del general Batista, ¡los
patrióticos propósitos del general Batista!, ¡que renunciaba para ahorrar
derramamiento de sangre! ¿Qué les parece? (Gritos).
Hay algo más
todavía. Para tener una idea de la clase de golpe que se preparó,
basta decir que a Pedraza lo había nombrado miembro de la Junta y se
fue (Risas y gritos). Yo creo que no hay que añadir nada más para
ver la clase de intenciones que tenían los golpistas. Y no nombraron
al presidente Urrutia, que es el presidente proclamado por el Movimiento y por
todas las organizaciones revolucionarias (Aplausos). Llamaron a un
señor que es el más viejo, nada menos, de todos los magistrados del Tribunal
Supremo, que
son bastante viejos todos (Risas); y sobre todo un señor que ha sido presidente, hasta hoy, de un Tribunal Supremo de Justicia, donde no había justicia de ninguna clase.
son bastante viejos todos (Risas); y sobre todo un señor que ha sido presidente, hasta hoy, de un Tribunal Supremo de Justicia, donde no había justicia de ninguna clase.
¿Cuál iba a ser el
resultado de todo esto? Pues una revolución a medias, una
componenda, una caricatura de revolución. El señor Perico de los
Palotes; lo mismo da que se llame de una manera o de otra. Ese señor
Piedra, que a estas horas si no ha renunciado que se prepare, que lo
vamos a ir a hacer renunciar aLa Habana (Aplausos). Creo que no
dura las 24 horas. Va a romper un récord (Risas y aplausos).
Designan a este
señor, y muy bonito: Cantillo, héroe nacional, paladín de las
libertades cubanas, amo y señor de Cuba, y el señor Piedra allí. Sencillamente
habíamos derrocado a un dictador para implantar otro. En todos los órdenes, el
movimiento de Columbia era un movimiento contrarrevolucionario, en todos los
órdenes se apartaba del propósito del pueblo, en todos los órdenes era
sospechoso; e inmediatamente el señor Piedra hizo un llamamiento, dijo que lo
iba a hacer para llamar a los rebeldes y una comisión de paz. Y
nosotros tan tranquilos, dejábamos los fusiles y lo dejábamos todo, y nos
íbamos allá a rendirles pleitesía al señor Piedra y al señor Cantillo.
Era evidente que
tanto Cantillo como Piedra estaban en la luna. Estaban en la luna
porque creo que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y los rebeldes hemos
aprendido algo.
Esa era la situación
esta mañana, que no es la situación de esta noche, porque ha cambiado mucho
(Aplausos). Ante este hecho, ante esta traición, dimos órdenes a
todos los comandantes rebeldes de continuar las operaciones militares, y de
continuar marchando sobre los objetivos; en consecuencia, inmediatamente dimos
órdenes a todas las columnas destinadas a la operación de Santiago de Cuba a
avanzar sobre la ciudad.
Yo quiero que ustedes
sepan que nuestras fuerzas venían muy seriamente decididas a tomar Santiago de
Cuba por asalto. Ello hubiera sido muy lamentable, porque hubiese
costado mucha sangre, y esta noche de hoy no sería una noche de alegría como
esta, y de paz como esta, y de confraternidad como esta (Aplausos).
Debo confesar que si
en Santiago de Cuba no se libró una batalla sangrienta se debe, en gran parte,
a la patriótica actitud del coronel del Ejército José Rego Rubido (Aplausos);
a los comandantes de las fragatas Máximo Gómez y Maceo,
al jefe del Distrito Naval de Santiago de Cuba (Aplausos), y al oficial que
desempeñaba el cargo de la jefatura de policía (Aplausos). Todos —y
es justo que aquí lo reconozcamos y se lo agradezcamos— contribuyeron a evitar
una sangrienta batalla y a convertir el movimiento contrarrevolucionario de
esta mañana en el movimiento revolucionario de esta tarde.
A nosotros no nos
quedaba otra alternativa que atacar porque no podíamos permitir la
consolidación del golpe de Columbia y, por lo tanto, había que atacar sin
espera. Y cuando las tropas marchaban ya sobre sus objetivos, el
coronel Rego hizo un viaje en el helicóptero para
localizarme. Los jefes de las fragatas hicieron contacto con
nosotros y se pusieron, incondicionalmente, a las órdenes de la
Revolución (Aplausos).
Contándose ya con el
apoyo de las dos fragatas, que tienen un altísimo poder de fuego, con el apoyo
del Distrito Naval y con el apoyo de la Policía, convoqué entonces a una
reunión de todos los oficiales del Ejército de la Plaza de Santiago
de Cuba, que son más de 100. Les dije a esos militares, cuando los
invité a reunirse conmigo, que yo no tenía la menor preocupación en hablarles,
porque sabía que tenía la razón; porque sabía que comprenderían mis argumentos
y que de esta reunión se llegaría a un acuerdo.
Y, efectivamente, en
horas de la noche, en los primeros momentos de la noche, nos reunimos en
El Escandel la casi totalidad de los oficiales del Ejército de
Santiago de Cuba, muchos de ellos hombres jóvenes que se les ve ansiosos de
luchar por el bien de su país. Reuní a aquellos militares y les
hablé de nuestro sentimiento revolucionario, les hablé de nuestro propósito con
nuestra patria, les hablé de lo que queríamos para el país, de cuál había sido
siempre nuestra conducta con los militares, de todo el daño que le había hecho
la tiranía al Ejército y cómo no era justo que se considerase por igual a todos
los militares; que los criminales solo eran una minoría insignificante, y que
había muchos militares honorables en el Ejército, que yo sé que aborrecían el
crimen, el abuso y la injusticia.
No era fácil para los
militares desarrollar un tipo determinado de acción; era lógico, que cuando los
cargos más elevados del Ejército estaban en manos de los Tabernilla, de
los Pilar García, de los parientes y de los incondicionales de Batista, y
existía un gran terror en el Ejército; a un oficial aisladamente no se le podía
pedir responsabilidad.
Había dos clases de
militares —y nosotros los conocemos bien—: los militares como Sosa
Blanco, Cañizares, Sánchez Mosquera, Chaviano (Gritos y abucheos),
que se caracterizaron por el crimen y el asesinato a mansalva de infelices
campesinos. Pero hubo militares que fueron muy honrados en su
campaña; hubo militares que jamás asesinaron a nadie, ni quemaron una casa,
como fue el comandante Quevedo, que fue nuestro prisionero después de una
heroica resistencia en la Batalla de Jigüe, y que hoy sigue siendo
comandante del Ejército (Aplausos); el comandante Sierra, y otros muchos
militares que jamás quemaron una casa. A esos militares no los
ascendían, a los que ascendían era a los criminales, porque Batista siempre se
encargó de premiar el crimen. Tenemos el caso, por ejemplo, del
coronel Rego Rubido, que no le debe sus grados a la dictadura, sino
que ya era coronel cuando se produjo el 10 de Marzo (Aplausos).
El hecho cierto es
que recabé el apoyo de la oficialidad del Ejército de Santiago de Cuba, y la
oficialidad del Ejército de Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional
a la Revolución Cubana (Aplausos). Reunidos los oficiales
de la Marina, de la Policía y del Ejército, se acordó desaprobar
el golpe amañado de Columbia y apoyar al Gobierno legal de la República,
porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó (Aplausos);
y apoyar a la Revolución Cubana. Gracias a esa actitud se ahorró
mucha sangre, gracias a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de
hoy, un verdadero movimiento militar revolucionario.
Yo comprendo que en
el pueblo hay muchas pasiones justificadas. Yo comprendo las ansias
de justicia que hay en nuestro pueblo, y se cumplirá porque habrá justicia
(Aplausos). Pero yo le quiero pedir a nuestro pueblo antes de nada,
calma. Estamos en instantes en que debemos consolidar el poder antes
que nada. ¡Lo primero ahora es consolidar el
poder! Después reuniremos una comisión de militares honorables y de
oficiales del Ejército Rebelde para tomar todas las medidas que sean
aconsejables, para exigir responsabilidad a aquellos que la tengan
(Aplausos). ¡Y nadie se opondrá!, porque al Ejército y a las Fuerzas
Armadas son a los que más les interesa que la culpa de unos cuantos no la pague
todo el cuerpo, y que no sea una vergüenza vestir el uniforme militar
(Aplausos); que los culpables sean castigados para que los inocentes no tengan
que cargar con el descrédito (Aplausos). ¡Tengan confianza en
nosotros!, es lo que le pedimos al pueblo, porque sabemos cumplir con nuestro
deber (Aplausos).
En esas
circunstancias se realizó en la tarde de hoy un verdadero movimiento
revolucionario del pueblo, de los militares y de los rebeldes, en la ciudad de
Santiago de Cuba (Aplausos). Es indescriptible el entusiasmo de los
militares, y en prueba de confianza les pedí a los oficiales que entraran
conmigo en Santiago de Cuba, ¡y aquí están todos los oficiales del
Ejército! (Aplausos). ¡Ahí están los tanques a
disposición de la Revolución! (Aplausos). ¡Ahí está la
artillería a disposición de la Revolución! (Aplausos). ¡Ahí
están las fragatas a disposición de la Revolución! (Gritos y
aplausos).
Yo no voy a decir
que la Revolución tiene el pueblo, eso ni se dice, eso lo sabe todo
el mundo. Yo decía que el pueblo, que antes tenía escopeticas,
ya tiene artillería, tanques y fragatas; y tiene muchos técnicos capacitados
del Ejército que nos van a ayudar a manejarlas, si fuese necesario
(Aplausos). ¡Ahora sí que el pueblo está armado! Yo les
aseguro que si cuando éramos 12 hombres solamente no perdimos la fe (Aplausos),
ahora que tenemos ahí 12 tanques cómo vamos a perder la fe.
Quiero aclarar que en
el día de hoy, esta noche, esta madrugada, porque es casi de día, tomará
posesión de la presidencia de la República, el ilustre magistrado, doctor
Manuel Urrutia Lleó (Aplausos). ¿Cuenta o no cuenta con el
apoyo del pueblo el doctor Urrutia? (Aplausos y
gritos). Pero quiere decir, que el presidente de la República,
el presidente legal, es el que cuenta con el pueblo, que es el doctor
Manuel Urrutia Lleó.
¿Quién quiere al
señor Piedra para presidente? (Abucheos y gritos
de: “¡Nadie!”). Si nadie quiere al señor Piedra para
presidente, ¿cómo se nos va a imponer al señor Piedra para
presidente? (Abucheos). Si esa es la orden del pueblo de
Santiago de Cuba, que es el sentimiento del pueblo de Cuba entera, tan pronto
concluya este acto marcharé con las tropas veteranas de la Sierra Maestra,
los tanques y la artillería hacia la capital, para que se cumpla la voluntad
del pueblo (Aplausos).
Aquí estamos,
sencillamente, a las órdenes del pueblo. Lo legal en este momento es
el mandato del pueblo. Al presidente lo elige el pueblo y no lo
elige un conciliábulo en Columbia, a las 4:00 de la madrugada
(Aplausos). El pueblo ha elegido a su presidente y eso quiere decir
que desde este instante quedará constituida la máxima autoridad legal
de la República (Aplausos). Ninguno de los cargos ni de
los grados que se han concedido de acuerdo con la Junta Militar de la
madrugada de hoy tienen validez alguna. Todos los nombramientos
de cargos dentro del Ejército son nulos —me refiero a todos los nombramientos
que se han hecho esta mañana—; quien acepte un cargo designado por la
Junta traicionera de esta mañana estará asumiendo una actitud
contrarrevolucionaria, llámese como se llame (Aplausos), y, en consecuencia,
quedará fuera de la ley.
Tengo la completa
seguridad de que mañana todos los mandos militares de la
República habrán aceptado las disposiciones del presidente de la
República(Aplausos). El presidente procederá de inmediato a designar
a los jefes del Ejército, de la Marina y de la
Policía (Aplausos) por los altos servicios que ha prestado en esta hora
a la Revolución y por haber puesto sus miles de hombres a la
disposición de la Revolución. He recomendado para jefe del Ejército
al coronel RegoRubido (Aplausos). Igualmente se designará
como jefe de la Marina a uno de los dos comandantes de la fragata que
primero se sumaron a la Revolución(Aplausos), y le he recomendado al
presidente de la República que designe para jefe nacional de la
Policía al comandante Efigenio Ameijeiras, que ha perdido tres
hermanos (Aplausos), que es uno de los expedicionarios del Granma y
uno de los hombres más capacitados del ejército revolucionario
(Aplausos). Ameijeiras está en operaciones en Guantánamo, pero mañana él
llega aquí (Aplausos).
Yo solo pido tiempo
para nosotros y para el poder civil de la República a fin de ir
realizando las cosas a gusto del pueblo, pero poco a poco (Aplausos). Solo
le pido una cosa al pueblo, y es que tenga calma. (Del público le
dicen: “¡Oriente federal, Oriente capital!”). ¡No!,
¡no!, la República unida siempre y por encima de todas las cosas
(Aplausos). Lo que hay que pedir es justicia para Oriente
(Aplausos). En todo, el tiempo es un factor importante. La
Revolución no se podrá hacer en dos días; ahora, tengan la
seguridad de que la Revolución la hacemos. Tengan la
seguridad de que por primera vez de verdad la República será
enteramente libre y el pueblo tendrá lo que merece (Aplausos). El
poder no ha sido fruto de la política, ha sido fruto del sacrificio de cientos
y de miles de nuestros compañeros. No hay otro compromiso que con el
pueblo y con la nación cubana. Llega al poder un hombre sin
compromisos con nadie, sino con el pueblo exclusivamente (Aplausos).
El Che Guevara
(Aplausos) recibió la orden de avanzar sobre la capital no provisional
de la República, y el comandante Camilo Cienfuegos, jefe de la
Columna 2 Antonio Maceo (Aplausos) ha recibido la orden de marchar sobre
la gran Habana y asumir el mando del campamento militar de Columbia (Aplausos). Se
cumplirán, sencillamente, las órdenes del presidente de la
República y el mandato de la Revolución (Aplausos).
De los excesos que se
hayan cometido en La Habana, no se nos culpe a
nosotros. Nosotros no estábamos en La Habana. De los
desórdenes ocurridos enLa Habana, cúlpese al general Cantillo y a los golpistas
de la madrugada, que creyeron que iban a dominar la situación allí
(Aplausos). En Santiago de Cuba, donde se ha hecho una verdadera
Revolución, ha habido orden completo. En Santiago de Cuba se han
unido el pueblo, los militares y los revolucionarios, y eso es indestructible
(Aplausos).
La jefatura del
Gobierno, la jefatura del Ejército y la jefatura de la Marina estarán
en Santiago de Cuba, y sus órdenes serán de obligatorio cumplimiento a todos
los mandos de la República.
Esperamos que todos
los militares honorables acaten estas disposiciones, porque el militar, antes
que nada, está al servicio de la ley y de la autoridad —no de la autoridad
constituida, porque muchas veces está una autoridad mal constituida—, la
autoridad legítimamente constituida (Aplausos).
Ningún militar
honorable tiene nada que temer de la Revolución. Aquí en esta lucha
no hay vencidos, porque solo el pueblo ha sido el vencedor
(Aplausos). Ha habido caídos de un lado y de otro, pero todos nos
hemos unido para darle el apoyo a la Revolución. Nos hemos dado el
abrazo fraternal los militares buenos y los revolucionarios (Aplausos).
No habrá ya más
sangre. Espero que ningún núcleo haga resistencia, porque aparte de
ser una resistencia inútil y una resistencia que sería aplastada en pocos
instantes, sería una resistencia contra la ley y contra la
República y contra el sentimiento de la nación cubana (Aplausos).
Ha habido que
organizar este movimiento de hoy para que no ocurra otra guerra dentro de seis
meses. ¿Qué pasó cuando el machadato? Pues que también un
general de Machado dio un golpe y quitó a Machado, y puso a un presidente que
duró 15 días; y vinieron los sargentos y dijeron que aquellos oficiales eran
responsables de la dictadura de Machado, y que ellos no los
respetaban. Creció la efervescencia revolucionaria y expulsaron a
los oficiales. Ahora no podrá ocurrir así; ahora estos oficiales
tienen el respaldo del pueblo, y tienen el respaldo de la tropa, y tienen el
prestigio que les da el haberse sumado a un verdadero movimiento revolucionario
(Aplausos).
Estos militares serán
respetados y considerados por el pueblo y no habrá que emplear la fuerza, ni
habrá que andar con fusiles por la calle, ni metiéndole miedo a nadie porque el
verdadero orden, el verdadero orden es el que se basa en la libertad, en
el respeto y en la justicia, y no en la fuerza. Desde ahora en
adelante el pueblo será enteramente libre y el pueblo sabe comportarse
debidamente, como lo ha demostrado hoy (Aplausos).
La paz que nuestra
patria necesita se ha logrado. Santiago de Cuba ha pasado a la libertad sin que
hubiera que derramar sangre. Por eso hay tanta alegría, y por eso es
que los militares que en el día de hoy desoyeron y desaprobaron el golpe de
Columbia para sumarse incondicionalmente a la Revolución merecen
nuestro reconocimiento, nuestra gratitud y nuestro respeto
(Aplausos). Los institutos armados de la República serán
en el futuro modelos de instituciones, por su capacidad, por su educación y por
su identificación con la causa del pueblo. Porque los fusiles, de
ahora en adelante, solo estarán siempre al servicio del pueblo (Aplausos).
No habrá más golpes
de Estado, no habrá más guerra, porque por eso nos hemos preocupado, de que no
ocurra ahora como cuando Machado. Estos señores, para hacer más
parecido el caso de la madrugada de hoy con el caso de la caída de Machado,
aquella vez pusieron a un Carlos Manuel, y ahora pusieron a otro Carlos Manuel
(Abucheos).
Lo que no habrá esta
vez es un Batista (Aplausos), porque no habrá necesidad de un 4 de septiembre,
que destruyó la disciplina en las Fuerzas Armadas, porque lo que ocurrió con
Batista fue que instauró aquí la indisciplina en el Ejército, porque su
política consistía en halagar a los soldados para mantener disminuida la
autoridad de los oficiales. Los oficiales tendrán autoridad, habrá
disciplina en el Ejército. Habrá un Código Penal Militar, donde los
delitos contra los derechos humanos y contra la honradez y la moral que debe
tener todo militar, serán castigados debidamente (Aplausos).
No habrá privilegios
para nadie. El militar que tenga capacidad y tenga méritos será el
que ascienda, y no el pariente, el amigo, como ha existido hasta hoy, que no se
han respetado los escalafones.
Para los militares se
acabará, como se acabará para los trabajadores, toda esa explotación de
contribuciones obligatorias, que en los obreros es la cuota sindical y en los
militares es el peso para la primera dama, y los dos pesos para esto, y los dos
pesos para lo otro, y les acaban con el sueldo (Aplausos).
Naturalmente, que el
pueblo todo lo debe esperar de nosotros, y lo va a recibir. Pero he
hablado de los militares para que ellos sepan que también todo lo van a recibir
de la Revolución, todas las mejoras que jamás han tenido, porque cuando no
se robe el dinero de los presupuestos estarán mucho mejor los militares de lo
que están hoy. Y el soldado no ejercerá funciones de policía, el
soldado estará en su entrenamiento, en su cuartel; no tendrá que estar
ejerciendo funciones de policía.
Nosotros (Gritos de:
“¡Microonda!”) de microonda nada (Aplausos), aunque sí quiero aclarar que
en este momento los rebeldes andamos con microondas porque las necesitamos
(Aplausos), pero las microondas ahora no las tendrán los esbirros, ni nada de
eso; nada de asesinos, ni nada de frenazos delante de las casas y
la tocadera a medianoche (Gritos y aplausos).
Yo tengo la seguridad
de que tan pronto tome posesión y asuma el mando el presidente de la
República, decretará el restablecimiento de las garantías y la absoluta
libertad de prensa y todos los derechos individuales en el país (Aplausos); y
todos los derechos sindicales, y todos los derechos y todas las demandas de
nuestros campesinos y de nuestro pueblo en general.
No nos olvidaremos de
nuestros campesinos de la Sierra Maestra y de los de Santiago de Cuba
(Aplausos). No nos iremos a vivir a La Habana olvidados de
todos; donde yo quiero vivir es en la Sierra Maestra (Aplausos). Por
lo menos, en la parte que me corresponda, por un sentimiento muy profundo de
gratitud, no olvidaré a aquellos campesinos; y tan pronto tenga un momento
libre voy a ver dónde vamos a hacer la primera Ciudad Escolar, con cabida para
20 000 niños (Aplausos). Y lo vamos a hacer con la ayuda del
pueblo. Los rebeldes van a trabajar allí. Le vamos a
pedir a cada ciudadano un saco de cemento y una cabilla (Aplausos y gritos de:
“¡Sí, sí!”). Y yo sé que obtendremos la ayuda de nuestra ciudadanía
(Aplausos).
No olvidaremos a
ninguno de los sectores de nuestro pueblo (del público le dicen: “¡Viva Crescencio Pérez!”). ¡Que
viva Crescencio Pérez que perdió a un hijo en los días postreros de
la guerra!
La economía del país
se restablecerá inmediatamente. Este año nosotros seremos los que
cuidaremos la caña, para que no se queme. Porque este año los
impuestos del azúcar no servirán para comprar armas homicidas y bombas y
aviones para bombardear al pueblo (Aplausos).
Cuidaremos las
comunicaciones y ya, desde Jiguaní hasta Palma Soriano, la línea telefónica
está restablecida y la vía férrea será restablecida (Aplausos). Y habrá
zafra en todo el país y habrá buenos salarios, porque yo sé que ese es el
propósito del presidente de la República. Y habrá buenos precios
porque, precisamente, el miedo a que no hubiera zafra ha levantado los precios
del mercado mundial; y los campesinos podrán sacar su café (Aplausos); y los
ganaderos todavía podrán vender sus reses gordas en La Habana, porque
afortunadamente el triunfo ha llegado a tiempo, para que no haya ruina de
ninguna clase.
No es a mí a quien le
corresponde hablar de estas cosas. Ustedes saben que somos hombres
de palabra y que lo que prometemos lo cumplimos. Y queremos prometer
menos de lo que vamos a cumplir, no más, sino menos de lo que vamos a cumplir,
y hacer más de lo que ofrezcamos al pueblo de Cuba (Aplausos).
No creemos que todos
los problemas se vayan a resolver fácilmente, sabemos que el camino está
preñado de obstáculos, pero nosotros somos hombres de fe, que nos enfrentamos
siempre a las grandes dificultades (Aplausos).
Podrá estar seguro el
pueblo de una cosa, y es que podemos equivocarnos una y muchas veces, lo único
que no podrá decir jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos, que
hicimos negocios sucios, que usamos el favoritismo, que usamos los privilegios
(Aplausos). Y yo sé que el pueblo los errores los perdona, y lo que
no perdona son las sinvergüencerías, y los que hemos tenido son sinvergüenzas
(Aplausos).
Al asumir como
presidente el magistrado, doctor Manuel Urrutia Lleó, a partir de ese
instante, cuando jure ante el pueblo la presidencia de la República, él
será la máxima autoridad de nuestro país (Aplausos). Nadie piense
que yo pretenda ejercer facultades aquí por encima de la autoridad del presidente
de la República, yo seré el primer acatador de las órdenes del poder civil
de la República, y el primero en dar el ejemplo
(Aplausos). Cumpliremos sencillamente sus órdenes, y, dentro de las
atribuciones que nos conceda, trataremos de hacer lo más posible por nuestro pueblo,
sin ambiciones, porque afortunadamente estamos inmunes a las ambiciones y a las
vanidades. ¡Qué mayor gloria que el cariño de nuestro
pueblo! ¡Qué mayor premio que esos millares de brazos que se agitan
llenos de esperanza, de fe y de cariño hacia nosotros! (Aplausos).
Nunca nos dejaremos
arrastrar por la vanidad ni por la ambición, porque como dijo nuestro
Apóstol: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, y no
hay satisfacción ni premio más grande que cumplir con el deber como lo hemos
estado haciendo hasta hoy, y como lo haremos siempre. Y en esto no
hablo en mi nombre, hablo en nombre de los miles y miles de combatientes que
han hecho posible la victoria del pueblo (Aplausos).
Hablo del profundo
sentimiento de respeto y de devoción hacia nuestros muertos, que no serán
olvidados. Los caídos tendrán en nosotros los más fieles
compañeros. Esta vez no se podrá decir, como otras, que se ha
traicionado la memoria de los muertos, porque los muertos seguirán mandando. Físicamente
no están aquí Frank País, Josué País, Pepito Tey ni tantos
otros, pero están moralmente, están espiritualmente; y solo la satisfacción de
saber que el sacrificio no ha sido vano, compensa el inmenso vacío que dejaron
en el camino (Aplausos). Sus tumbas seguirán teniendo flores
frescas. Sus hijos no serán olvidados, porque los familiares de los
caídos serán ayudados (Aplausos).
Los rebeldes no
cobraremos sueldo por los años que hemos estado luchando. Y nos
sentimos orgullosos de no cobrar sueldos por los servicios que le hemos
prestado a la Revolución; en cambio, es posible que sigamos cumpliendo
nuestras obligaciones sin cobrar sueldos, porque si no hay dinero, ¡no
importa!, lo que hay es voluntad, y hacemos lo que sea necesario (Aplausos).
Pero también quiero
aquí repetir lo que dije en La historia me absolverá, y es que
también velaremos porque no les falten el sustento, ni la asistencia, ni la
educación a los hijos de los militares que han caído luchando contra nosotros,
porque ellos no tienen culpa de los horrores de la tiranía (Aplausos). Y
seremos generosos con todos porque, repito, que aquí no ha habido vencidos sino
vencedores. Serán castigados solo los criminales de guerra, porque ese es un
deber ineludible con la justicia (Aplausos). Y ese deber puede tener
la seguridad el pueblo de que lo cumpliremos. Y cuando haya justicia, no
habrá venganza. Para que el día de mañana no haya atentados contra nadie tiene
que haber justicia hoy. Como habrá justicia no habrá venganza ni
habrá odio. El odio lo desterraremos dela República, como una sombra maldita
que nos dejó la ambición y la opresión (Aplausos).
Triste es que se
hayan escapado los grandes culpables. No faltan miles de hombres que
quieran perseguirlos, pero nosotros tenemos que respetar las leyes de otros
países. A nosotros nos sería fácil porque voluntarios tenemos de
sobra para ir a perseguir a esos delincuentes, y hombres que estén dispuestos a
jugarse la vida. Pero no queremos aparecer como un pueblo que viole
las leyes de los demás pueblos; las respetaremos mientras se respeten las
nuestras. Pero sí advierto que si en Santo Domingo se ponen a conspirar
contra la Revolución (Gritos de: “¡Trujillo!”). Sí,
Trujillo. Yo había pensado, en alguna ocasión, que Trujillo nos
había hecho daño vendiéndole armas a Batista, y el daño que le hizo no fue
porque vendiera armas, sino porque vendiera armas tan malas que cuando cayeron
en nuestras manos no servían para nada (Risas y aplausos). Sin embargo, vendió
bombas, y con las bombas fueron asesinados muchos campesinos. No dan
ni deseos de devolverle las carabinas porque no sirven, sino de devolverle algo
mejor.
Es lógico, en primer
término, que los perseguidos políticos de Santo Domingo tendrán aquí su mejor
casa y su mejor asilo. Y los perseguidos políticos de todas las
dictaduras tendrán aquí su mejor casa y la mayor comprensión, porque
nosotros hemos sido perseguidos políticos.
Si Santo Domingo se
convierte en arsenal de la contrarrevolución, si Santo Domingo se convierte en
base de conspiraciones contra la Revolución Cubana, si esos señores se
dedican desde allá a hacer conspiraciones, más vale que se vayan pronto de
Santo Domingo, porque allí no van a estar tampoco muy seguros
(Aplausos). Y no seremos nosotros, que nosotros no tenemos que
meternos en los problemas de Santo Domingo, es que los dominicanos han
aprendido el ejemplo de Cuba, y las cosas se van a poner por allí muy serias
(Aplausos). Los dominicanos han aprendido que es posible pelear
contra la tiranía y derrotarla, y ese ejemplo es lo que más temían precisamente
los dictadores, el ejemplo alentador para América que acaba de producirse
en nuestra patria (Aplausos).
Vela por el curso y
el destino de esta Revolución la América entera. Toda ella tiene sus
ojos puestos en nosotros. Toda ella nos acompaña con sus mejores
deseos de triunfo. Toda ella nos respaldará en nuestros momentos
difíciles. Esta alegría de hoy no solo es en Cuba, sino en América
entera. Como nosotros nos hemos alegrado cuando ha caído un dictador en la
América Latina, ellos también se alegran hoy por los cubanos.
Debo concluir, aunque
sea enorme el cúmulo de sentimientos y de ideas que con el desorden, el
bullicio y la emoción de hoy acuden a nuestra mente. Decía —y quedó sin
concluir aquella idea— que habría justicia, y que era lamentable que hubiesen
escapado los grandes culpables, por culpa de quienes ya sabemos, porque el
pueblo sabe quién tiene la culpa de que se hayan escapado; y que vinieran a
dejar aquí, no voy a decir a los más infelices, pero sí a los más torpes, a los
que no tenían dinero, a los hombres de fila que obedecieron las órdenes de los
grandes culpables. Dejaron escapar a los grandes culpables para que
el pueblo saciase su ira y su indignación con los que tienen menos
responsabilidad. Aunque está bien que se les castigue ejemplarmente, para que
aprendan.
Siempre pasa lo
mismo, el pueblo les advierte que los grandes se van y ellos se quedan, y sin
embargo, siempre pasa lo mismo, los grandes se van y ellos se quedan, pues que
se castiguen también (Aplausos). Si los grandes se van tendrán
también su castigo. Duro, muy duro es tener que vivir alejado de la
patria por toda la vida, porque, cuando menos, serán condenados al ostracismo
por toda la vida los criminales y los ladrones que han huido precipitadamente.
¡Quién viera por un
agujero —como dice el pueblo— al señor Batista en estos
momentos! ¡Al guapo, al hombre soberbio que no pronunciaba un solo
discurso si no era para llamar cobardes, y miserables y bandidos a todos los
demás! Aquí ni siquiera se ha llamado bandido a nadie, aquí no reina
ni se respira el odio, la soberbia ni el desprecio, como en aquellos discursos
de la dictadura. Aquel hombre que dice que cuando entró en Columbia llevaba una
bala en la pistola (Gritos), se marchó en horas de la madrugada en un avión,
con una bala en la pistola (Gritos). Quedó demostrado que los
dictadores no son tan temibles ni tan suicidas, y que cuando llega la hora en
que están perdidos huyen cobardemente. Lo lamentable realmente es que haya
escapado cuando pudiera haber sido hecho prisionero, y si hacemos prisionero a
Batista le hubiéramos quitado los 200 millones de pesos que se robó
(Aplausos). ¡Reclamaremos el dinero téngalo donde lo
tenga! (Aplausos) porque no son delincuentes políticos, sino
delincuentes comunes. Y vamos a ver los que aparezcan en las
embajadas, si es que el señor Cantillo no les ha dado ya salvoconducto. Vamos a
distinguir entre los delincuentes políticos y los delincuentes
comunes. Asilo para los delincuentes políticos, nada para los
delincuentes comunes. Tienen que ir ante los tribunales y demostrar que son
delincuentes políticos, y si se demuestra que son delincuentes comunes, que los
entreguen a las autoridades (Gritos de: “¡Mujal, Mujal!”). Y Mujal, a
pesar de lo grande y lo gordo que es, no se sabe dónde está en este momento
(Gritos). Nadie tiene noticias. ¡Cómo han huido! ¡Yo no
me explico cómo ustedes se acuerdan todavía de esos
infelices! (Risas). Por fin el pueblo se libró de toda
esa canalla.
Ahora hablará el que
quiera, bien o mal, pero hablará el que quiera. No es como ocurría
aquí, que hablaban ellos solos y hablaban mal (Gritos). Habrá
libertad absoluta porque para eso se ha hecho la Revolución; libertad
incluso para nuestros enemigos; libertad para que nos critiquen y nos ataquen a
nosotros; que siempre será un placer saber que nos combaten con la libertad que
hemos ayudado a conquistar para todos (Aplausos). Nunca nos ofenderemos,
siempre nos defenderemos y seguiremos solo una norma: la norma
del respeto al derecho y a los pensamientos de los demás.
Esos nombres que se
han mencionado aquí, esa gente, Dios sabe en qué embajada, en qué playa, en qué
barco, adónde han ido a parar. Bástenos saber que nos hemos librado
de ellos, y que si tienen alguna casita, alguna finquita, o alguna vaquita por
ahí; la tendremos sencillamente que confiscar.
Porque debo advertir
que los funcionarios de la tiranía, los representantes, los senadores, los
alcaldes, los que no han robado particularmente, pero que han cobrado los
sueldos, tendrán que devolver hasta el último centavo de lo que han cobrado en
estos cuatro años, porque han cobrado ilegalmente y tendrán que devolverle
a la República el dinero que han cobrado todos esos senadores, y
todos esos representantes; y si no lo devuelven, les confiscaremos las
propiedades que tengan.
Esto, aparte de lo
que se hayan robado, porque el que haya robado, a ese no le quedará nada del
producto del robo, porque esa es la primera ley de la Revolución. No
es justo que se mande a prisión a un hombre que se robó una gallina, o un
guanajo, y que los que se roban millones de pesos estén encantados de la vida
por ahí. ¡Que se anden con
cuidado! (Aplausos). Y que anden con cuidado los ladrones
de hoy y de ayer. Que anden con cuidado porque la ley revolucionaria
puede caer sobre los hombros de todos los culpables de todos los tiempos,
porque la Revolución llega al triunfo sin compromisos con nadie en
absoluto, sino con el pueblo, que es al único al que debe su victoria
(Aplausos).
Voy a terminar
(Gritos de: “¡No!”). Voy a terminar por hoy (Gritos de: “¡No!”). Bueno,
recuerden que tengo que marchar inmediatamente, es mi obligación, y ustedes
llevan muchas horas parados (Gritos de: “¡No, no!”).
Veo tantas banderas
blancas, rojas y negras en los vestidos de nuestras compañeras, que realmente
se nos hace duro abandonar esta tribuna, donde hemos experimentado, todos los
que estamos aquí presentes, la más grande emoción de nuestras vidas (Gritos y
aplausos).
No podemos menos que
recordar a Santiago de Cuba con entrañable cariño. Las veces que nos
reunimos aquí, un mitin allá en la Alameda, un mitin acá en una avenida
(Gritos de: “¡Trocha!”). En Trocha, donde dije un día que si nos
arrebataban los derechos por la fuerza cambiaríamos las escobas por los
fusiles, y culparon a Luis Orlando de aquellas declaraciones, yo me callé la
boca. En el periódico salió que era Luis Orlando el que las había
hecho, y era yo el que las había hecho; pero no estaba muy seguro de si estaban
bien hechas, porque en aquella época no había… (Risas). Y
resultó que tuvimos que cambiarlo todo: los estudiantes, sus libros y sus
lápices por los fusiles; los campesinos, sus aperos de labranza por el fusil, y
todos tuvimos que cambiarlo todo por el fusil. Afortunadamente, la tarea de los
fusiles ha cesado. Los fusiles se guardarán donde estén al alcance
de los hombres que tendrán el deber de defender nuestra soberanía y nuestros
derechos.
Pero, cuando nuestro
pueblo se vea amenazado, no pelearán solo los 30 000 ó 40 000
miembros de las Fuerzas Armadas, sino pelearán los 300 000, 400 000 ó
500 000 cubanos, hombres y mujeres que aquí pueden coger las armas (Gritos
y aplausos). Habrá armas necesarias para que aquí se arme todo el
que quiera combatir cuando llegue la hora de defender nuestra independencia
(Aplausos). Porque está demostrado que no solo pelean los hombres, sino pelean
las mujeres también en Cuba (Aplausos), y la mejor prueba es el pelotón Mariana
Grajales, que tanto se distinguió en numerosos combates (Aplausos). Y las
mujeres son tan excelentes soldados como nuestros mejores soldados hombres
(Aplausos).
Yo quería demostrar
que las mujeres podían ser buenos soldados. Al principio la idea me costó mucho
trabajo, porque existían muchos prejuicios. Había hombres que decían
que cómo mientras hubiera un hombre con una escopeta se le iba a dar un fusil a
una mujer. ¿Y por qué no?
Yo quería demostrar
que las mujeres podían ser tan buenos soldados, y que existían muchos
prejuicios con relación a la mujer, y que la mujer es un sector de nuestro país
que necesita también ser redimido, porque es víctima de la discriminación en el
trabajo y en otros muchos aspectos de la vida (Aplausos).
Organizamos las
unidades de mujeres, que demostraron que las mujeres pueden
pelear. Y cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las
mujeres, ese pueblo es invencible.
Mantendremos
organizadas las milicias o la reserva de combatientes femeninas, y las
mantendremos entrenadas, todos los voluntarios. Y estas jóvenes que hoy veo con
los vestidos negro y rojo, del 26 de Julio, yo aspiro a que aprendan también a
manejar las armas (Aplausos).
Y esta Revolución,
compatriotas, que se ha hecho con tanto sacrificio, ¡nuestra Revolución!, ¡la
Revolución del pueblo es ya hermosa e indestructible
realidad! ¡Cuánto motivo de fundado orgullo! ¡Cuánto
motivo de sincera alegría y esperanza para todo nuestro pueblo! Yo
sé que no es aquí solo en Santiago de Cuba, es desde la punta de Maisí hasta el
cabo de San Antonio.
Ardo en esperanzas de
ver al pueblo a lo largo de nuestro recorrido hacia la capital, porque sé que
es la misma esperanza, la misma fe de un pueblo entero que se ha levantado, que
soportó paciente todos los sacrificios, que no le importó el hambre; que cuando
dimos permiso tres días para que se restablecieran las comunicaciones, para que
no pasara hambre, todo el mundo protestó (Aplausos). Es verdad, porque lo que
querían era lograr la victoria costara lo que costara. Y este pueblo bien
merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha
logrado en sus 50 años de República; bien merece convertirse en uno de los
primeros pueblos del mundo, por su inteligencia, por su valor, por su espíritu
(Aplausos).
Nadie puede pensar
que hablo demagógicamente, nadie puede pensar que quiero halagar al pueblo. He
demostrado suficientemente mi fe en el pueblo, porque cuando vine con 82
hombres a las playas de Cuba, y la gente decía que nosotros estábamos locos y
nos preguntaban que por qué pensábamos ganar la guerra, yo dije: “porque
tenemos al pueblo” (Aplausos).
Y cuando fuimos
derrotados la primera vez, y quedamos un puñado de hombres, y persistimos en la
lucha, sabíamos que esta sería una realidad, porque creíamos en el
pueblo. Cuando nos dispersaron cinco veces en el término de 45 días,
y nos volvimos a reunir y reanudar la lucha, era porque teníamos fe en el
pueblo; y hoy es la más palpable demostración de que aquella fe era
fundamentada (Aplausos).
Tengo la satisfacción
de haber creído profundamente en el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa
fe a mis compañeros. Esa fe, que más que una fe es una seguridad completa en
todos nuestros hombres. Y esa misma fe que nosotros tenemos en ustedes es la fe
que nosotros queremos que ustedes tengan en nosotros siempre (Aplausos).
La República no
fue libre en el 95 y el sueño de los mambises se frustró a última
hora. La Revolución no se realizó en el 33 y fue frustrada por
los enemigos de ella. Esta vez la Revolución tiene al
pueblo entero, tiene a todos los revolucionarios, tiene a los militares
honorables. ¡Es tan grande y tan incontenible su fuerza, que esta
vez el triunfo está asegurado!
Podemos decir con
júbilo que en los cuatro siglos de fundada nuestra nación, por primera vez
seremos enteramente libres (Aplausos), y la obra de los mambises se cumplirá
(Aplausos).
Hace breves días, el
24 de diciembre, me fue imposible resistir la tentación de ir a visitar a mi
madre, la que no veía desde hacía varios años. Cuando regresaba por
el camino que cruza a través de los Mangos de Baraguá, en horas de la noche, un
sentimiento de profunda devoción a los que viajábamos en aquel vehículo, nos
hizo detener allí, en aquel lugar donde se levanta el monumento que
conmemora la Protesta de Baraguá y el inicio de la
Invasión. En aquella hora, la presencia en aquellos sitios, el
pensamiento de aquellas proezas de nuestras guerras de independencia, la idea
de que aquellos hombres hubiesen luchado durante 30 años para no ver logrados
sus sueños, para que la República se frustrara, y el presentimiento
de que muy pronto la Revolución que ellos soñaron, la patria que
ellos soñaron sería realidad, nos hizo experimentar una de las sensaciones más
emocionantes que puedan concebirse.
Veía revivir aquellos
hombres con sus sacrificios, con aquellos sacrificios que nosotros hemos conocido
también de cerca. Pensaba en sus sueños y sus ilusiones, que eran los sueños y
las ilusiones nuestras, y pensé que esta generación cubana ha de rendir, y ha
rendido ya, el más fervoroso tributo de reconocimiento y de lealtad a los
héroes de nuestra independencia.
Los hombres que
cayeron en nuestras tres guerras de independencia juntan hoy su esfuerzo con
los hombres que han caído en esta guerra; y a todos nuestros muertos en las
luchas por la libertad podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que
sus sueños se cumplan.
Ha llegado la hora de
que al fin ustedes, nuestro pueblo, nuestro pueblo bueno y noble, nuestro
pueblo que es todo entusiasmo y fe; nuestro pueblo que quiere de gratis, que
confía de gratis, que premia a los hombres con cariño más allá de todo
merecimiento, tendrá lo que necesita (Aplausos). Y solo aquí me resta decirles,
con modestia, con sinceridad, con profunda emoción, que aquí en nosotros, en
sus combatientes revolucionarios, tendrán siempre servidores leales, que solo
tendrán por divisa servirles (Aplausos).
Hoy, al tomar
posesión de la presidencia de la República el doctor Manuel
Urrutia Lleó, el magistrado que dijo que la Revolución era justa
(Aplausos), pongo en sus manos las facultades legales que he estado ejerciendo
como máxima autoridad dentro del territorio liberado, que ya es hoy toda la
patria; asumiré, sencillamente, las funciones que él me asigne. En
sus manos queda toda la autoridad de la República (Aplausos).
Nuestras armas se
inclinan respetuosas ante el poder civil en la República civilista de
Cuba (Aplausos). No tengo que decirle que esperamos que cumpla con su deber,
porque sencillamente estamos seguros de que sabrá cumplirlo. Al presidente
provisional de la República de Cuba cedo mi autoridad; y le cedo en
el uso de la palabra al pueblo. Muchas gracias.
(Ovación)
Próximo Salvador Allende.
¡¡VIVA LA REPUBLICA!!
Saludos republicanos.
La Habana, 24-10-17
Manuel Trujillo
Artiles.
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