VAMOS INTENTAR DEMOSTRAR SI LOS
EE.UU. ES FASCISTA A TRAVÉS DE LOS DISCURSOS DE SUS RESPECTIVOS PRESIDENTE
AUNQUE TOCAREMOS ALGUNOS PARA NO SER DEMASIADOS PROLIJO. TAMBIEN TRAEREMOS
ALGUNOS OTROS DISCURSOS DE OTROS PRESIDENTES COMO EL DE ALEMANIA EN LA EPOCA DE
HITLER. Y UN DISCURSO DEL PROPIO VATICANO EN LA PERSONA DE JUAN PABLO II.
(3)
DISCURSO INAUGURAL DEL PRESIDENTE JOHN FITZGERALD KENNEDY
Capitolio de los Estados
Unidos
Washington D.C.
20 de enero de 1961
Vicepresidente
Johnson, Sr. Presidente, Sr. Juez presidente, presidente Eisenhower,
vicepresidente Nixon, presidente Truman, reverendo clero, compatriotas:
Hoy somos testigos no
de la victoria de un partido, sino de la celebración de la libertad, simbólica
tanto de un fin como de un comienzo, que constituye una renovación y también un
cambio. Pues ante ustedes y ante Dios Todopoderoso he prestado el mismo solemne
juramento concebido por nuestros antepasados desde hace casi 175 años.
El mundo es muy
diferente ahora. Porque el ser humano tiene en sus manos el poder para abolir
toda forma de pobreza pero también para terminar con toda forma de vida humana.
Aun así, se siguen debatiendo en el mundo las mismas convicciones
revolucionarias por las que pelearon nuestros antepasados, la creencia de que
los derechos humanos no derivan de la generosidad del Estado, sino de la mano
de Dios.
No debemos olvidar
que somos los herederos de esa primera revolución. Dejemos aquí y ahora que
corra la voz, a nuestros amigos y enemigos por igual, de que la antorcha ha
pasado a una nueva generación de estadounidenses, nacidos en este siglo,
templados por la guerra, instruidos por una paz dura y amarga, orgullosos de su
antigua herencia, quienes no están dispuestos a presenciar ni permitir la lenta
ruina de esos derechos humanos con los que nuestro pueblo ha estado siempre
comprometido, y con los que estamos comprometidos hoy en esta nación y en todo
el mundo.
Todas las naciones
han de saber, sean o no amigas, que pagaremos cualquier precio, sobrellevaremos
cualquier carga, afrontaremos cualquier dificultad, apoyaremos a cualquier
amigo y nos opondremos a cualquier enemigo para garantizar la supervivencia y
el triunfo de la libertad.
Esto, y mucho más, es
lo que prometemos.
A los viejos aliados
con los que compartimos nuestro origen cultural y espiritual, les prometemos la
lealtad de los amigos fieles. Es mucho lo que podemos hacer si estamos unidos
en emprendimientos de cooperación, pero poco si estamos divididos. Pues no
podríamos afrontar un poderoso desafío si estuviéramos distanciados y
divididos.
A los nuevos estados
que recibimos entre las filas de los libres, les damos nuestra palabra de que
ninguna forma de control colonial habrá terminado simplemente para ser
sustituida por una tiranía mucho más dura. No esperaremos que estén siempre de
acuerdo con nosotros, pero sí esperamos la sólida defensa de su propia
libertad. Recordemos que, en el pasado, aquellos insensatos que buscaron el poder
cabalgando sobre el lomo de un tigre terminaron en sus fauces.
A los pueblos de
chozas y aldeas en la mitad del mundo que luchan por liberarse de las cadenas
de la miseria de masas, les prometemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance
para ayudarlos a ayudarse a sí mismos, durante el tiempo que sea necesario. No
porque quizás lo hagan los comunistas, no porque queremos sus votos, sino
porque es lo correcto. Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que
son pobres, no puede salvar a los pocos que son ricos.
A nuestras repúblicas
hermanas al sur de nuestras fronteras les ofrecemos una promesa especial:
convertir nuestras palabras en hechos en una nueva alianza para el progreso,
con el fin de ayudar a las personas y gobiernos libres a romper las cadenas de
la pobreza. Pero esta pacífica revolución de la esperanza no puede convertirse
en presa de potencias hostiles. Todos nuestros vecinos han de saber que nos
uniremos a ellos para luchar contra la agresión o subversión en cualquier lugar
de las Américas. Y que cualquier otra potencia sepa que este hemisferio
pretende seguir siendo el amo en su propio hogar.
A esa asamblea
mundial de estados soberanos, las Naciones Unidas, nuestra última gran
esperanza en una era en la que los instrumentos de la guerra han superado a los
instrumentos de la paz, le renovamos nuestra promesa de apoyo para evitar que
se transforme en un simple foro de injurias, a fin de fortalecer la protección
para los nuevos y los débiles, y expandir su área de influencia.
Por último, a esas
naciones que se transformarán en nuestros adversarios, no les ofrecemos una
promesa, sino una solicitud: que ambos bandos comencemos nuevamente la búsqueda
de la paz, antes de que los poderes oscuros de la destrucción desatados por la
ciencia envuelvan a toda la humanidad en su propio exterminio, deliberado o
accidental.
No osemos tentarlos
con la debilidad, porque solo cuando tengamos la seguridad de que nuestras
armas son suficientes podremos estar completamente seguros de que nunca serán
usadas.
Pero tampoco es
posible que dos grandes y poderosos grupos de naciones se consuelen en nuestra
realidad actual, ambas partes sobrecargadas con el costo de las armas modernas,
ambas justificadamente alarmadas por la constante expansión del átomo mortal, pero
ambas compitiendo en una carrera por alterar el inestable equilibro del terror
que detiene la mano de la última guerra de la humanidad.
Así que empecemos
nuevamente. Recordemos ambas partes que la civilidad no es una señal de
debilidad, y que la sinceridad siempre se somete a prueba. Que nunca negociemos
por miedo, pero nunca temamos negociar.
Permitámonos analizar
qué problemas nos unen, en lugar de detenernos en los problemas que nos
dividen.
Que ambas partes, por
primera vez, formulemos propuestas serias y precisas para la inspección y el
control de las armas, y para que el poder de destruir a otras naciones esté
bajo el control absoluto de todas las naciones.
Tratemos de invocar
las maravillas de la ciencia y no sus terrores. Juntos exploremos las estrellas,
conquistemos los desiertos, erradiquemos las enfermedades, aprovechemos las
profundidades del océano y fomentemos el arte y el comercio.
Unámonos para cumplir
en todos los rincones de la tierra el mandamiento de Isaías: "Soltar las
coyundas del yugo... dejar ir libres a los oprimidos".
Y si un frente de
cooperación puede hacer retroceder el laberinto de la sospecha, unámonos ambas
partes para crear un nuevo emprendimiento, no un nuevo equilibrio del poder,
sino un nuevo mundo regido por la ley, donde los fuertes sean justos, los
débiles estén seguros y se proteja la paz.
Nada de esto estará
terminado en los primeros cien días. Tampoco en los primeros mil días, ni
durante toda esta Administración, quizás ni siquiera en nuestra vida en este
planeta. Pero empecemos.
En sus manos,
compatriotas, más que en las mías, residirá el triunfo o el fracaso de nuestra
empresa. Desde la fundación de este país, cada generación de estadounidenses ha
sido llamada a dar testimonio de su lealtad nacional. Las tumbas de nuestros
jóvenes que acudieron al llamado circundan el mundo.
Que los clarines
vuelven ahora a llamarnos, no para empuñar las armas, aunque las necesitamos;
no para entrar en combate, aunque estamos en lucha; sino para sobrellevar la
carga de una larga lucha año tras año, "gozosos en la esperanza, pacientes
en la tribulación". Una lucha contra los enemigos comunes del ser humano:
la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra misma.
¿Podremos forjar una
gran alianza global contra estos enemigos? ¿Una alianza de Norte a Sur y de
Este a Oeste que garantice una vida más fructífera para toda la humanidad?
¿Participarían de este histórico esfuerzo?
En la larga historia
del mundo, solo unas pocas generaciones han tenido que defender la libertad en
su momento de máximo peligro. No me asusta esta responsabilidad, le doy la
bienvenida. Creo que ninguno de nosotros querría cambiar de lugar con otras
personas u otra generación. La energía, la fe, la devoción que aportamos a este
emprendimiento serán una luz para nuestro país y para todos quienes lo sirven.
Y el brillo de nuestra llama podrá iluminar realmente el mundo.
Entonces,
compatriotas, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué
pueden hacer ustedes por su país.
Conciudadanos del
mundo, no pregunten qué puede hacer Estados Unidos por ustedes, sino qué
podemos hacer juntos por la libertad del ser humano.
Por último, sean
ustedes ciudadanos de Estados Unidos o del mundo, exijan de nosotros los mismos
altos estándares de fortaleza y sacrificio que exigimos de ustedes. Con una
conciencia tranquila como nuestra única recompensa segura, con la historia como
juez supremo de nuestros actos, marchemos al frente de la patria que tanto
amamos, con la bendición y la ayuda de Dios, pero conscientes de que aquí en la
Tierra Su obra deberá ser la nuestra.
Próximo: (4) Ronald
Wilson Reagan
¡¡VIVA LA
REPUBLICA!!
Saludos republicanos.
La Habana, 04-10-17
Manuel Trujillo
Artiles
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