—Desde que fijó su residencia en Cuba
trabajó incansablamente por la expansión internacional de la lucha canaria.
¿Qué queda en estos momentos de ese proyecto?
—Cero. Desde el año 2000 aquí se acabó lo
que había antes, aunque luego hubo gente que, con mentiras y engaños, trató de
hacer ver que querían revitalizar la lucha en Cuba. Como algún director general
de Deportes o como algunos presidentes federativos. Ahí están los hechos.
—¿Qué logró formar usted?
—Como estructura no había nada. Aquí había
estado el que fue presidente de la Federación Regional de Lucha Canaria, Miguel
Martín González, e hizo algo por Cienfuegos, algunos actos de lucha. Y luego
Borito también vino y repitió también por Cienfuegos y Santa Clara.
—Pero sí impulsó escuelas, campeonatos,
exhibiciones...
—Lo que yo hice fue intentar llevar la
lucha canaria a todo el país. Al instalarme en Cuba en 1997, quise enseñar aquí
mi cultura. No conocía los antecedentes en Cuba en la lucha. Tenía un dinero
ahorrado de la liquidación de la fábrica en la que trabajaba y quise invertirlo
en la promover la lucha en Cuba. Me busqué un grupo de amigos, les planteo la
idea. Creamos una pequeña organización, con su directiva, y nos fuimos
filtrando en los diferentes colegios. Animados, también, por la Casa de
Canarias de La Habana, regreso al Archipiélago y solicito ropa a ayuntamientos,
cabildos y empresas. Y logré material para traerme a Cuba y crear las condiciones
de los diferentes colegios. El Cabildo de Tenerife llegó a mandarme un millón
de pesetas en ropa.Yo no quería dinero, sólo ropa. El único dinero que recibí
fue del Cabildo de Gran Canaria: Gonzalo Angulo me dio 90.000 pesetas como pago
a un campeonato organizado en La Habana con el nombre de Gran Canaria. Luego
creo un equipo con muchachos ya grandes e inicio la lucha en mayores y con la
base de los colegios. Había equipos con los nombres de los ayuntamientos que
nos ayudaban: Las Palmas de Gran Canaria, Mogán, Arucas, San Bartolomé... Y
varios clubes como el Adargoma o el Maninidra también nos echaron una mano.
Todas las provincias nos llamaban para crear su equipo representativo.
—Fue un desarrollo fulminante...
—Llegamos a tener varios equipos. Desde la
parte más occidental de Cuba, Pinar del Río, pasando por La Habana, Matanzas,
Cienfuegos, Santa Clara, Sancti Spiritus, Ciego de Ávila y Camagüey. Se
hicieron dos campeonatos nacionales de mayores, de juveniles, infantiles y de
enfrentamientos de escuelas. Y bien organizados. El propio INDER de Cuba, el
Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, estaba muy
interesado en potenciarlo junto a nosotros. Aquí sorprendía que un luchador que
es vencido reciba la mano y el abrazo del ganador. Veían una vena solidaria y
humana en nuestro deporte. Y les gustó mucho. Tuve reuniones con el Gobierno de
Canarias para programar las actividades. Me dieron quince trajes de lucha. De
Mogán vinieron Tonono, Loreto IV, Lomo Quiebre o Juan Ramírez para hacer
exhibiciones que impulsaban a los luchadores cubanos, que se enamoraron de
nuestro deporte. Organicé exhibiciones con más de 300 niños que hicieron llorar
de emoción a los políticos que nos visitaron aquí. No se creían lo que estaban
viendo.
—¿Por qué comienza el declive?
—Cuando el Gobierno de Canarias empezó a
malinterpretar mi labor. Conmigo colaboraban en Cuba distintos ayuntamientos
gobernados por distintos partidos. Yo no mezclaba política y deporte y recibía
a todos los políticos que venían. Además, desde la Federación Regional y el
Gobierno querían imponerme cosas. Con Juan Antonio Díaz Almeida y Miguel Martín
González, políticos de entonces, tuve una reunión de la que salí muy afectado,
porque yo ponía mi dinero, sin recibir nada a cambio, y ellos querían, de
manera autoritaria, imponer sus criterios sin contar con mi opinión. Y eso para
mí fue una falta de respeto. Y más cosas...
—Cuente...
—La lucha canaria tenía que canalizarse
por la Casa de Canarias y no estaba de acuerdo porque no tiene nada que ver una
cosa con la otra. Porque la Casa de Canarias es una ONG, políticamente
hablando, y la lucha es otra cosa, aunque yo empecé la actividad en Cuba por la
Casa de Canarias, dicho sea de paso. A través del INDER me amenazaron, posteriormente,
por no tener legalizada la lucha aquí y sugerían que, incluso, podía haber
problemas gubernamentales. Y se equivocaban, porque aquí, en Cuba, se puede
desarrollar cualquier deporte o actividad si se respetan los principios
revolucionarios. José Martí dijo que hay que «enseñar lucha en las escuelas
como en las Canarias le enseñan a los niños». Ése es un principio. Y hay otro
principio, de Fidel Castro, que habla de que «el deporte es derecho del
pueblo». Y yo no iba a tener ningún problema aquí por respetar esos dogmas. La
Casa de Canarias hacía presión y me crean problemas orgánicos. Pero antes había
otra asociación Canaria, la Asociación Guanche, y, para evitar líos, entré con
ellos de manera voluntaria. Allí recibían subvenciones del Gobierno de España y
yo me negué a que mi lucha canaria se manchara con ese capital, porque yo me
considero canario, no español.
—¿No resulta paradójico que la Casa de
Canarias, nacida para propagar la cultura de la tierra, le pusiera tantos
impedimentos según denuncia usted?
—No hubo entendimiento, pese a que
comenzamos juntos como he dicho antes. Nosotros entrenábamos en el parque
frente al Museo de la Revolución y un día nos acercamos a la sede de la Casa de
Canarias, que está muy cerca de allí. Y Carmelo González, su presidente, me
dice que solo quería que la lucha la practicaran los canarios y sus
descendientes. Y esa era la pretensión del Gobierno. Me parecía un disparate
discriminar a la hora de potenciar mi deporte. Una locura. Todo fue para abajo.
—Y se cansó...
—Se me iba acabando el dinero aunque
quería seguir luchando. Con Álvaro Pérez, entonces director general de Deportes
del Gobierno de Canarias, tuve más enfrentamientos por sus planteamientos lunáticos.Y,
a espaldas mías, la Federación Regional viene en 2007 y condecora a la Casa de
Canarias, que ha sido el enemigo principal de nuestra lucha en Cuba. Cuando yo
me aparté todo se acabó.
—¿Qué siente al ver que el trabajo que
realizó, con logros importantes e inéditos, se quedó en nada?
—Dolor y rabia por la lucha, por mi
cultura y por mi pueblo. Y vergüenza por tener a unos políticos que son unos
traidores de nuestro deporte. La lucha hoy hubiese estado en los Juegos
Panamericanos porque hicimos un congreso Internacional de Deportes Autóctonos.
Y me llamaron desde Ciudad de México, Miami, California, donde estaba Cubanito
II, Uruguay, Argentina o Venezuela interesándose por la lucha, tras verla en
Cuba, para importarla. No es una hipótesis lo de los Juegos Panamericanos. Hubo
un interés real y concreto. Y eso se perdió.
18-10-13
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