sábado, 16 de noviembre de 2013

Pollo de La Barranquera: "La Lucha podría haber estado en los Juegos Panamericanos"


Desde que fijó su residencia en Cuba trabajó incansablamente por la expansión internacional de la lucha canaria. ¿Qué queda en estos momentos de ese proyecto?

—Cero. Desde el año 2000 aquí se acabó lo que había antes, aunque luego hubo gente que, con mentiras y engaños, trató de hacer ver que querían revitalizar la lucha en Cuba. Como algún director general de Deportes o como algunos presidentes federativos. Ahí están los hechos.

¿Qué logró formar usted?

—Como estructura no había nada. Aquí había estado el que fue presidente de la Federación Regional de Lucha Canaria, Miguel Martín González, e hizo algo por Cienfuegos, algunos actos de lucha. Y luego Borito también vino y repitió también por Cienfuegos y Santa Clara.

Pero sí impulsó escuelas, campeonatos, exhibiciones...

—Lo que yo hice fue intentar llevar la lucha canaria a todo el país. Al instalarme en Cuba en 1997, quise enseñar aquí mi cultura. No conocía los antecedentes en Cuba en la lucha. Tenía un dinero ahorrado de la liquidación de la fábrica en la que trabajaba y quise invertirlo en la promover la lucha en Cuba. Me busqué un grupo de amigos, les planteo la idea. Creamos una pequeña organización, con su directiva, y nos fuimos filtrando en los diferentes colegios. Animados, también, por la Casa de Canarias de La Habana, regreso al Archipiélago y solicito ropa a ayuntamientos, cabildos y empresas. Y logré material para traerme a Cuba y crear las condiciones de los diferentes colegios. El Cabildo de Tenerife llegó a mandarme un millón de pesetas en ropa.Yo no quería dinero, sólo ropa. El único dinero que recibí fue del Cabildo de Gran Canaria: Gonzalo Angulo me dio 90.000 pesetas como pago a un campeonato organizado en La Habana con el nombre de Gran Canaria. Luego creo un equipo con muchachos ya grandes e inicio la lucha en mayores y con la base de los colegios. Había equipos con los nombres de los ayuntamientos que nos ayudaban: Las Palmas de Gran Canaria, Mogán, Arucas, San Bartolomé... Y varios clubes como el Adargoma o el Maninidra también nos echaron una mano. Todas las provincias nos llamaban para crear su equipo representativo.

Fue un desarrollo fulminante...

—Llegamos a tener varios equipos. Desde la parte más occidental de Cuba, Pinar del Río, pasando por La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, Sancti Spiritus, Ciego de Ávila y Camagüey. Se hicieron dos campeonatos nacionales de mayores, de juveniles, infantiles y de enfrentamientos de escuelas. Y bien organizados. El propio INDER de Cuba, el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, estaba muy interesado en potenciarlo junto a nosotros. Aquí sorprendía que un luchador que es vencido reciba la mano y el abrazo del ganador. Veían una vena solidaria y humana en nuestro deporte. Y les gustó mucho. Tuve reuniones con el Gobierno de Canarias para programar las actividades. Me dieron quince trajes de lucha. De Mogán vinieron Tonono, Loreto IV, Lomo Quiebre o Juan Ramírez para hacer exhibiciones que impulsaban a los luchadores cubanos, que se enamoraron de nuestro deporte. Organicé exhibiciones con más de 300 niños que hicieron llorar de emoción a los políticos que nos visitaron aquí. No se creían lo que estaban viendo.

¿Por qué comienza el declive?

—Cuando el Gobierno de Canarias empezó a malinterpretar mi labor. Conmigo colaboraban en Cuba distintos ayuntamientos gobernados por distintos partidos. Yo no mezclaba política y deporte y recibía a todos los políticos que venían. Además, desde la Federación Regional y el Gobierno querían imponerme cosas. Con Juan Antonio Díaz Almeida y Miguel Martín González, políticos de entonces, tuve una reunión de la que salí muy afectado, porque yo ponía mi dinero, sin recibir nada a cambio, y ellos querían, de manera autoritaria, imponer sus criterios sin contar con mi opinión. Y eso para mí fue una falta de respeto. Y más cosas...

Cuente...

—La lucha canaria tenía que canalizarse por la Casa de Canarias y no estaba de acuerdo porque no tiene nada que ver una cosa con la otra. Porque la Casa de Canarias es una ONG, políticamente hablando, y la lucha es otra cosa, aunque yo empecé la actividad en Cuba por la Casa de Canarias, dicho sea de paso. A través del INDER me amenazaron, posteriormente, por no tener legalizada la lucha aquí y sugerían que, incluso, podía haber problemas gubernamentales. Y se equivocaban, porque aquí, en Cuba, se puede desarrollar cualquier deporte o actividad si se respetan los principios revolucionarios. José Martí dijo que hay que «enseñar lucha en las escuelas como en las Canarias le enseñan a los niños». Ése es un principio. Y hay otro principio, de Fidel Castro, que habla de que «el deporte es derecho del pueblo». Y yo no iba a tener ningún problema aquí por respetar esos dogmas. La Casa de Canarias hacía presión y me crean problemas orgánicos. Pero antes había otra asociación Canaria, la Asociación Guanche, y, para evitar líos, entré con ellos de manera voluntaria. Allí recibían subvenciones del Gobierno de España y yo me negué a que mi lucha canaria se manchara con ese capital, porque yo me considero canario, no español.

—¿No resulta paradójico que la Casa de Canarias, nacida para propagar la cultura de la tierra, le pusiera tantos impedimentos según denuncia usted?

—No hubo entendimiento, pese a que comenzamos juntos como he dicho antes. Nosotros entrenábamos en el parque frente al Museo de la Revolución y un día nos acercamos a la sede de la Casa de Canarias, que está muy cerca de allí. Y Carmelo González, su presidente, me dice que solo quería que la lucha la practicaran los canarios y sus descendientes. Y esa era la pretensión del Gobierno. Me parecía un disparate discriminar a la hora de potenciar mi deporte. Una locura. Todo fue para abajo.

Y se cansó...

—Se me iba acabando el dinero aunque quería seguir luchando. Con Álvaro Pérez, entonces director general de Deportes del Gobierno de Canarias, tuve más enfrentamientos por sus planteamientos lunáticos.Y, a espaldas mías, la Federación Regional viene en 2007 y condecora a la Casa de Canarias, que ha sido el enemigo principal de nuestra lucha en Cuba. Cuando yo me aparté todo se acabó.

¿Qué siente al ver que el trabajo que realizó, con logros importantes e inéditos, se quedó en nada?

—Dolor y rabia por la lucha, por mi cultura y por mi pueblo. Y vergüenza por tener a unos políticos que son unos traidores de nuestro deporte. La lucha hoy hubiese estado en los Juegos Panamericanos porque hicimos un congreso Internacional de Deportes Autóctonos. Y me llamaron desde Ciudad de México, Miami, California, donde estaba Cubanito II, Uruguay, Argentina o Venezuela interesándose por la lucha, tras verla en Cuba, para importarla. No es una hipótesis lo de los Juegos Panamericanos. Hubo un interés real y concreto. Y eso se perdió.

 18-10-13

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